Sé que much@s
colegas y alumn@s tendrán a flor de labios aquello de “Y bueno... qué querés...
Ana es profesora de Literatura”.
Es un mito tan
divertido y redivivo ése de que quienes nos dedicamos a esa asignatura, y también
nuestr@s herman@s de Filosofía, vivimos en las nubes y hablamos otro lenguaje,
que sin duda aleteó en unas cuantas hipótesis.
Pero, ocurre que esta vez (y advierto que rara vez),
el título no fue producto de ninguna postura exótica, ni ante la Vida ni ante
la Educación.
En realidad, este título es patrimonio de Tod@s l@s
Docentes que minuto a minuto, hora tras hora, día tras día, año tras año, seguimos
la huella de un Deseo: el deseo de que nuest@s adolescentes hallen la manera más
personal de encontrarse con su propia esencia y la planten con dignidad y
valentía en este mundo tan siniestrado que heredan de nosotros.
Trabajar con el peso de esa incertidumbre es una
cuestión que reclama, ante todo, lidiar con la prevención. Prevenir es,
actualmente, la única actitud que puede detener esa sangría espantosa de
cientos de jóvenes ingresando y reingresando a las cárceles. ¿Y qué significa prevenir,
en la práctica que nos atañe ?
En principio, es ese compromiso que abrazamos cuando
elegimos esta profesión tan conmovedora, ese compromiso que el Che Guevara
expresara en aquella frase insustituible (le guste o disguste a quien sea) de “El
conocimiento nos hace responsables”.
Para el docente, la primera responsabilidad es la de pensar, medir, calibrar, cuál será el efecto de su
hacer o su no hacer sobre la persona a la que va acompañando en su viaje de autodescubrimiento
y que, curiosamente, también es compañía
reveladora para él, a pesar de la
distancia etaria que los separa. Por eso, “luciérnaga siempre... tu pensamiento”.
PENSAR ES LA PRIMERA MEDIDA PREVENTIVA DEL ADULTO.
Y PENSAR ES LA GOTITA CON LA QUE HORADAMOS la
naturaleza desprevenida de nuestr@s jóvenes para que comiencen a concientizar
de que, como seres infinitamente vulnerables, no podemos actuar sin medir las consecuencias
de nuestros actos. Sé que la mayoría de l@s docentes lo hacemos; lo sé muy
especialmente a través de las propias palabras de nuestr@s alumn@s, cuando ya
egresados del Liceo, recuerdan y agradecen ese aprendizaje en particular.
En definitiva: la luz no está afuera; afuera hay
mucha oscuridad.
Y no
quiero recordar aquello tan hermoso de Galeano de que todos somos “fueguitos”,
porque éste no era mi turno y cientos de fotografías y de textos que
testimonian muchos años de trabajo en esta Casa de Todos, aguardan ansiosamente su instante
de protagonismo. El tiempo pasa velozmente pero la luz, la luz es más rauda que el
tiempo (¡JA JA; al fin le ganamos una!)
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