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miércoles, 16 de octubre de 2013

15 de octubre: Día Internacional de las Mujeres Rurales


Desde 1995, cuando se promulgó la Declaración de Beijing para promover la igualdad, el desarrollo y la paz de todas las mujeres del planeta, es poco lo que se ha hecho por materializar sus derechos. Las habitantes del campo son las que más sufren por la inequidad de género.

Desde 1995, con la Declaración de Beijing, se resalta la relación entre mujer y pobreza: “la pobreza de la mujer está directamente relacionada con la ausencia de oportunidades, de autonomía económica, de acceso a educación, de servicios de apoyo y de recursos económicos (incluido el crédito, la propiedad de la tierra y el derecho a la herencia), así como con su mínima participación en el proceso de adopción de decisiones”.


En América Latina y el Caribe, las mujeres constituyen casi la mitad de la población en las áreas rurales y cumplen un papel fundamental, aunque invisible, en la producción y provisión de la seguridad y la soberanía alimentaria.

En esta tarea, han dado muestras de disponer de grandes recursos y han desarrollado estrategias de subsistencia para alimentar a sus hijos e hijas y a sí mismas, en las condiciones de pobreza y extrema pobreza que prevalecen en las zonas rurales de la región. Del mismo modo, han transmitido conocimientos ancestrales sobre los recursos fitogenéticos, de generación en generación, y así han mantenido el cultivo de las variedades endémicas.

Todo esto, al tiempo que son afectadas por las consecuencias del comercio internacional, los megaproyectos en función de la extracción de recursos minero-energéticos (o, mejor, saqueo de bienes comunes) y el conflicto armado, en el caso colombiano.

Diversas investigaciones señalan que todas las mujeres que están en edad de trabajar, además de las niñas y las ancianas (que no hacen parte de la denominada población económicamente activa) contribuyen a la actividad económica mediante su vinculación directa al mercado de fuerza de trabajo, principalmente para la agroindustria.

Ellas participan tanto en el mantenimiento de los huertos familiares, que proveen de alimentos a los hogares, como en algunas de las etapas del ciclo productivo agropecuario: la preparación de alimentos para obreros y jornaleros; la cría y levante de animales menores; y, desde sus casas, la venta de productos, entre otras actividades.

Sin embargo, su trabajo es invisibilizado, bien por los criterios e instrumentos empleados para clasificar y medir las actividades económicas productivas, o bien por la percepción que ellas mismas tienen de su trabajo. Esto se constituye en uno de los más importantes obstáculos para la igualdad de oportunidades de género y para que el aporte que ellas hacen a la economía sea visibilizado, pensado y dimensionado.

Según el cuaderno del Informe de Desarrollo Humano del 2011 “Mujeres rurales gestoras de esperanza”, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), las estadísticas sobre la participación de la mujer en la agricultura son subestimadas: “El 31,3% de las trabajadoras agrícolas son consideradas ayudantes familiares sin salario, y las actividades que ellas realizan en la parcela, en muchas ocasiones, no son reportadas como trabajo. Ellas desarrollan, además, actividades en el terreno doméstico, productivo y comunitario”.

En la medida en que las mujeres predominan en la esfera de la reproducción social, ven limitadas sus oportunidades de acceso al trabajo remunerado y a participar en los procesos de decisión –tanto en el ámbito público como privado–; de tal suerte que se restringe el desarrollo de sus capacidades y, en consecuencia, se condiciona la obtención de logros.

En los hogares, la desigualdad de género en la distribución de los recursos, el acceso a la propiedad de la tierra, la toma de decisiones y la asignación de tareas es más la regla que la excepción.

Adicionalmente, es un hecho que, en las zonas afectadas por el conflicto armado, las mujeres se han convertido en botín de guerra y en víctimas de los diferentes actores. Según datos del Instituto Nacional de Medicina Legal, en el año 2009 se elaboraron 287 informes parciales por delito sexual en personas campesinas. De estos, 38 corresponden a hombres y 249, a mujeres, lo que demuestra su situación de vulnerabilidad.

Han pasado más de diecisiete años desde que se reconoce la situación de las mujeres rurales, y aún no hay políticas que demuestren un interés en proporcionar bienestar a esta población. Es hora de darles el reconocimiento y las oportunidades que se merecen.

Por: Patricia Jaramillo, Departamento de Sociología, Coordinadora del Semillero de Investigación en Desarrollo Rural - Universidad Nacional de Colombia

De: http://www.unperiodico.unal.edu.co/




Otra oportunidad para reafirmar nuestro compromiso
con la comunidad rural de Joaquín Suárez,
donde en general es la mujer
el puntal de la vida familiar,
cualquiera sea la estructura del hogar. 

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